lunes, 3 de septiembre de 2012

No te esfuerces tanto

El periodista y vecino del barrio Daniel Burgui publica hoy en las páginas de Diario de Noticias esta formidable carta de opinión en relación a Arantzadi y el contexto social actual: 

No te esfuerces tanto 
"Yo solo pido respeto y creo que se puede colaborar", son las palabras honestas, serenas y pacíficas de Agustín Beroiz ante los cariacontecidos técnicos y funcionarios del Ayuntamiento de Pamplona, que papelería bajo el brazo, bajaron el miércoles a expropiar sus huertas. Beroiz con palabras sencillas y sinceras les ofreció una lección de vida, de esas de quien ha sudado durante más de 50 años labrando la tierra como hortelano y sabe qué es el esfuerzo. Agustín Beroiz fue pionero en la agricultura ecológica y cuenta que tardó casi un lustro en hacer esas tierras ricas y cultivables con el limo del río. De la misma forma en la que nació esta ciudad, a la vera del Arga. 
Él sabe que este día, el de la destrucción de su huerto, iba a llegar. Plenamente consciente. Es el inicio de unas obras de dudoso futuro que solo tienen aprobada y presupuestada la primera fase: la correspondiente a la destrucción. Casi 4 millones de euros (el 80% de ellos regalados por el Fondo Europeo de Cohesión y el resto lo apoquinamos la ciudadanía pamplonesa) para destrozar y marranear las parcelas de huertos. Beroiz lo único que reclamaba era comprensión: que las máquinas se entretengan reventado otros espacios mientras termina la cosecha, que respeten el ciclo de las plantas. Para los técnicos del Ayuntamiento, esta propuesta y el paseo por la huerta de Beroiz fue como el del Curiosity de la NASA: una marcianada. 
Ese mismo miércoles las excavadoras y el Ayuntamiento aplastaron la huerta que junto a casa Aldaia un grupo de vecinos había cultivado de forma colectiva, pacífica y desinteresadamente, cuyos frutos eran donados al comedor social París 365 -que atiende a personas con estrecheces económicas-. Es una lástima que no se hubiesen donado las hortalizas también a uno de los colectivos en mayor riesgo de exclusión social de nuestra ciudad: los hombres y mujeres que se dedican a la política profesional. Cada vez más solos y aislados. 
Solo la falta absoluta de empatía y de remordimientos, acusado por la habitual megalomanía de las obras pamplonesas y delirios de grandeza, pueden explicar que las máquinas que pisotearon el terreno solo se ensañasen en la zona cultivada. El resto del terreno apenas se tocó. Y había escombreras y zarzas para aburrirse al lado. Por supuesto, no dejaron recoger ninguno de los frutos. Literalmente importó un rábano. Una actitud ejemplar de madurez política y nada zafia, sin duda. 
Que esta es una causa perdida, lo sé. Pero es necesario mandar un mensaje claro y cristalino: hartazgo. En este tiempo nuestro de austeridad, en el que arrimamos el hombro como podemos, se nos envía un mensaje esquizofrénico y contradictorio. 
Todo el día se nos piden esfuerzos, que hagamos piruetas imposibles antes inimaginables en nuestros derechos, que contribuyamos todos a salir de esta situación. Que comprendamos. Que es lo que hay. En las ruedas de prensa los portavoces de turno ponen cara de pena para exigir que nos sacrifiquemos. Es un mismo tono de voz hipnotizador que suena igual de bien tanto para decir que podemos dejar pudrirse a personas sin atención sanitaria como para pedir pasado mañana que despeñemos vírgenes y primogénitos al fondo de la foz de Arbayún. Seguro que nos ahorrará unos céntimos. Es lo que tenemos que hacer. 
Pero son sacrificios baldíos. Muchachos, muchachas, señores, señoras, no se molesten en construir un mundo más amable, mejor, no se molesten en hacer esfuerzos contra la crisis; no se molesten en inventar nuevas soluciones entre sus vecinos, no traten de organizarse en su barrio, comunidad o familia. A los que nos piden esfuerzos no les interesa que tratemos de salir por esos cauces. Los esfuerzos y el sentido del sacrificio solo deben ser por el lucro. Y nada más. 
Es un delito que cultivemos una huerta entre vecinos y donemos las hortalizas a un comedor social, es un delito que los médicos ejerzan su derecho a la objeción de conciencia y es delictivo pedir la dación en pago de las hipotecas. Dentro de poco será ilegal morirse de hambre porque repercutirá negativamente a la imagen del país. Como hicieron en Pamplona con la máquina de recogida de envases: las colas de gente esperando a ganarse unos céntimos para el carísimo bonobús afeaba, mostraba la precariedad de algunos pamploneses. Qué espeluznante es la realidad. 
Se nos exige que cambiemos nuestros hábitos de vida, que nos adaptemos a la legalidad, que obedezcamos sin rechistar a una norma cambiante. No es una arenga antisistema, la legalidad es una pequeña patraña. El año pasado se modificó de forma exprés la Constitución, la Lorafna en 2010, y el Gobierno de Madrid ejecuta a base de decretos que ni siquiera se debaten en el Parlamento. Pero cuando nosotros pedimos esfuerzos, sacrificio, comprensión a nuestras instituciones… Cuando Agustín Beroiz pide que las excavadoras entren dentro de unas semanas y se termine el ciclo de las plantas, cuando se reclama sentido común, entonces se escudan en la inflexibilidad de la ley. Entonces no cabe la comprensión ni el sacrificio. Y entonces, Beroiz, un hombre sereno y sencillo, les deja en evidencia. 
El nuevo parque en Arantzadi costará unos 11 millones de euros, que aún están por ver de dónde saldrán, y tiene la pretensión de levantar un bosque de crecida, que viene a ser una chopera encharcable. El proyecto se ha aprobado con la mayoría del pleno municipal, es una alegría ser testigo de tanto acuerdo para ciertos asuntos, y una vez más se usará el dinero público que no tenemos en cementar, vallar, embrear y fomentar la economía del ladrillazo. Un proyecto absurdamente incompatible con la austeridad presupuestaria para un parque que a día de hoy ya existe. 
Yo comprendo la legalidad, la respeto, entiendo los acuerdos municipales, sé de las políticas de contención del gasto público. Puedo comprender todo. Pero que no me lo vendan, que no me hagan partícipe ni comulgar con él. Lo más doloroso es el mensaje: "No se esfuerce usted tanto. No nos interesa". Falta sentido común y dignidad. Quizás es este momento, sí (como Beroiz y otras personas, con actos pequeños y palabras sencillas) de demostrar que estamos por encima de esta patraña. Que somos mejores. 

Daniel Burgui, DIARIO DE NOTICIAS

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