lunes, 3 de marzo de 2014

Entrevista con Cristina Martínez, «Garbancita»

 
Foto: Patxi Ilundain
«Trato de acercar la alta cocina a la gente de la calle»
Autora entrevista: Amaia Echávarri
Si digo Cristina Martínez López, quizá a muchos el nombre no les suene, pero si digo Garbancita, Twiter se colapsa. Esta joven rubia txantreana, tras años de trabajo, valentía y una alegría innata, ha conseguido que más de 19.000 personas la sigan a través de esta red social. En ella ha escrito más de 40.000 entradas, fusionando dos de sus pasiones: la gastronomía y los viajes, tratando de hacerlas cercanas a cualquiera de nosotros.

¿Cómo surge toda esta aventura?
La verdad es que nace de una forma espontánea. Para explicarlo hay que remontarse al año 1998. Yo me considero nativa digital, cosa no muy frecuente en mi generación. Estudié informática en distintos centros del barrio y en ese año empecé a trabajar en Wolkswagen en el proyecto del efecto 2000. Allí tenía internet y también en casa, que por aquella época era algo bastante raro. Además tuve la oportunidad de entrar a colaborar con una gente, a nivel estatal, que tenía un magacine on line relacionado con temas de música, y curiosamente mi función ahí era la de relaciones públicas. De ese modo pude comprobar que internet me permitía hacer una serie de cosas que de otra manera serían impensables.

¿Y a partir de entonces se convirtió en tu trabajo?
En el 98, con un correo electrónico y un fax, que no sé dónde conseguí, era como si yo fuese un medio de comunicación… Empecé a tener relación con organizadores de conciertos, con mánagers, con artistas, venían grupos de música los fines de semana por aquí, me iba con ellos… Podía hacer cosas alucinantes, y tenía una gran sensación de libertad, porque trabajando de esa manera nadie te dice lo que se puede o no se puede hacer, por lo que vas experimentando. Este periodo duró aproximadamente hasta el año 2005.

¿Y cómo pasas al mundo de la gastronomía?
Se da otra circunstancia, y es que ni mi madre ni mi abuela me habían enseñado a cocinar porque, para ellas, lo de comer bien sí, pero lo de cocinar… Así que como tenía mucha inquietud gastronómica, la empecé a desarrollar por mi cuenta. De esa forma fue cómo empecé a hacer mis propias recetas.

De modo que eres autodidacta…
Yo con 17 años no sabía hacer un ajoarriero, pero sabía hacer un gulash. Como nadie me había enseñado nada, decidí empezar por mi cuenta, y de lo que sería un defecto hice una virtud. También coincidió en ese momento que mis padres compraron una casa en Hendaya, por lo que iba a los supermercados franceses y flipaba. Allí había montones de cosas que no sabía para qué eran… Cuanto más extraño y marciano era, más a gusto lo compraba y experimentaba. Aquello creó una válvula de escape estupenda.

¿Y cuándo decides compartir tus experiencias?
Debido a la curiosidad que yo tenía, fui creando esas recetas marcianas y llegó un momento en el que empecé a documentarlas en un blog, que la verdad era más para mí que para otra cosa, una manera de apuntarlas y de que no se perdieran… Sin embargo, enseguida comencé a cambiar los contenidos del blog, a incluir una serie de cosas relacionadas con el mundo del arte, el humor…, pero siempre con una base gastronómica.

¿Y cómo llegas a codearte con los grandes cocineros?
En año 2006 Koldo Rodero organiza el primer congreso de gastronomía internacional, aquí en Pamplona, y decidí aplicar aquello que había aprendido en el ámbito de la música y trasladarlo al mundo de la cocina. De modo que me acredité para el congreso, igual que lo hacía para los conciertos, y ¡me concedieron la acreditación! Con tan buena suerte que en una comida que se hizo en la Media Luna terminé sentada y charlando con los hermanos Roca.

Menudo arranque…
El caso es que voy a ese congreso y están allí todas las primeras estrellas Michelín, primeras espadas de la gastronomía nacional, y yo escuchaba cómo elaboraban platos que eran muy innovadores, vanguardistas… Mi labor fue empezar a contar lo que estaba viendo, qué era lo que pasaba en el mundo de la alta cocina, porque me pareció que eso era lo que faltaba en aquella época –ahora ya no tanto–, un hilo conductor entre la alta gastronomía y el ciudadano normal de la calle.


Foto: Patxi Ilundain


¿Esa fue la clave de tu éxito, acercar la alta cocina a la gente de la calle?
En aquellos momentos el fenómeno vanguardista de Ferrán Adrià era un hecho, y la cocina estaba de rabiosa actualidad. Mi idea fue unir esos dos mundos. Por esa razón, muchas de mis recetas utilizan técnicas o ingredientes de la alta cocina, pero intento que no sean inaccesibles, que se trate de cosas que pueda utilizar cualquiera, pero que a la vez te permitan salir de los registros habituales de la cocina más tradicional. Así que yo me iba aprovechando de todo lo que me iba pasando. En realidad he tenido mucha suerte.

¿Y hasta dónde puede llegar esto?
Nunca me he planteado metas y ahora tampoco lo voy a hacer. Sí tengo claro hacia dónde me quiero dirigir, por eso hace ya un tiempo que decidí profesionalizarme y quedarme en este ámbito laboral. Sí que, como todo el mundo, me planteo objetivos, pero no me frustro si no los consigo, y es que en un medio como es internet, que va cambiando y te tienes que ir adaptando continuamente, no puedes proyectar lo que vas a ser dentro de dos años. Igual en un tiempo descubro algo que me motiva más, no lo creo ahora mismo, pero nunca se sabe, hay que estar abierto a que te estimulen otras cosas. Va en el carácter, si el día de mañana surge otra cosa que me apasiona y me motiva me dejaré llevar. Ahora mismo me considero una privilegiada.

¿Cómo es habitualmente tu agenda?
No tengo una jornada laboral al uso. Lo normal es que esté de viaje entre 10 y 12 días al mes. Intento cerrar la agenda con unos quince días de antelación, porque si no es un jaleo programar viajes por toda España. Me suelen llaman cuando hay algún tipo de evento y viajo al lugar donde se celebra, visito restaurantes y narro en tiempo real lo que estoy comiendo y las características que tiene el lugar. También visito bodegas, conozco de primera mano la elaboración de ciertos productos… La gastronomía cuenta con un patrimonio cultural que va mucho más allá de lo que se ve a simple vista, y cada zona tiene una historia que contar. Mi diferencia con el periodismo tradicional es que a lo que hago le imprimo mi propio carácter.

¿Te temen por ello?
Aunque no lo acabo de entender, parece que en algún caso sucede así. No se puede ser siempre complaciente y decir que todo está bien. Mis críticas siempre pretenden ser constructivas, está claro que quien la recibe no opina lo mismo, pero no se puede decir que todo es fantástico, porque de esa manera mis opiniones no tendrían credibilidad. La mayoría de las veces intento contar todo en positivo, ya que sé que la gente que me sigue espera que en mis crónicas haya un poco de humor, información, un equilibrio de todo, pero también pienso que si en la crítica no hay mezquindad, el resultado es interesante, y la gente tiene que verlo como una oportunidad de crecer.

Puedes saber más de Cristina Martínez en www.garbancita.com o a través de sus perfiles en faceboock y twiter.

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