A la espera de las tan manidas excelencias del
Proyecto Municipal para con Arantzadi, esta es tristemente la realidad de su
actual estado. La invasión furtiva del vehículo privado y el progresivo
deterioro ecológico y hortícola del histórico meandro, otrora espacio de sosiego
y relajada contemplación y paseo.
A lo que hay que añadir que de un Arantzadi vivo (Bizirik!) vamos a pasar a un museo encorsetado entre plástico y cementos y al que se puede acceder «con agradables visitas en tren chu-chú».
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