domingo, 30 de agosto de 2015

Ana Bendoiro, voluntaria de la fundación Josep Carreras

«Al diagnosticarme el cáncer lo único en lo que pensaba era: “¿Por qué a mí?”»

A Ana Bendoiro le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin en febrero de 2012. Tras un largo tratamiento está curada al 100%. A día de hoy, colabora con la fundación Josep Carreras en la búsqueda de donantes de médula ósea que ayuden a combatir esta enfermedad.


¿Cómo asimila una persona joven que le diagnostiquen un cáncer? Yo creo que no es el hecho de que sea una persona joven, siempre hay un pequeño trance por el que pasas cuando recibes una noticia de estas características, da igual la edad. Por ejemplo, cuando es un recién nacido o tiene varios meses son los padres quienes tienen que pasar ese trance. A mí, al principio, lo único que se me pasaba por la cabeza era: «¿Por qué a mí?». Realmente mi cuerpo y mi mente ya lo sabían, era una sensación muy rara, no sabría cómo explicarlo…, pero sabía que tenía cáncer pese a que los médicos me dijeron que había un 50% de posibilidades de que no fuera esta enfermedad.

¿Qué tipo de cáncer era? Yo tenía Linfoma de Hodking, es un tipo de linfoma, un cáncer que se origina en los glóbulos blancos, llamados linfocitos. Los linfocitos son parte del sistema inmunológico.

¿Tenías algún antecedente en la familia, alguien cercano… que hubiera pasado por ese trago? Tiempos atrás la gente moría de «fiebres»…, pero mi abuelo por parte de mi madre murió de cáncer. En el Linfoma de Hodking, el 5% de los casos son hereditarios. No sé si lo herede por parte de madre o de padre, la verdad, pero sé que este tipo de cáncer es hereditario.

¿Qué pasos tuviste que dar al conocer la noticia? Durante un año entero tuve diferentes molestias: problemas respiratorios, opresión en el pecho, perdí doce kilos en tres semanas, me fallaban las piernas de vez en cuando, mi autoestima bajo mucho, me levantaba cansada…. Mi médica de cabecera no le daba importancia, hasta que decidí ir al hospital Virgen del camino para ver qué me pasaba. Allí fue donde me dijeron que tenía ese 50% de posibilidades de que fuera cáncer o de que fuera un simple virus, pero yo ya sabía lo que era.

¿Fue muy duro todo el tratamiento al que te tuviste que someter? Duro no es la palabra adecuada para describirlo, fue una etapa diferente, en la que tenía que tener mas cuidado con las corrientes, con los cambios de temperatura, los aires acondicionados, la acumulación de gente… Al principio no me dolía nada, estaba tan normal, pero conforme iban pasando las doce quimioterapias que tuve que recibir, mi cuerpo se iba deteriorando. No podía abrir las puertas, ni botellas de agua, me tenían que ayudar a levantarme del suelo, no tenía fuerzas para estar mucho rato caminando o haciendo cualquier cosa… A la novena quimioterapia, ya el suero me empezaba a doler un poco cuando entraba por la vena, ya que no me puse reservorio, y los brazos y venas estaban dañados. Las pruebas para ver cómo evolucionaba el tratamiento no eran duras, eran largas, porque sabes cuándo entras pero nunca sabes cuando sales… ja, ja, ja.

Imagino que la alegría habría sido inmensa al decirte que estabas curada al 100%, ¿no? Al igual que sabía que al principio tenía cáncer, a mediados de Sanfermines ya sabía que estaba curada. Es otra sensación rara pero tu cuerpo lo nota, es algo inexplicable, pero el cuerpo es muy sabio y te conoce, algo en tu mente te dice que todo va bien. Mi cumplevida es el 10 de septiembre, que fue cuando recibí una llamada de mi hematólogo, el Dr. Arguiñano, diciéndome que la remisión era completa.
En esos momentos empiezas a reír y llorar al mismo tiempo, y comienzas a llamar a todo el mundo para dar la buena noticia.


Ahora colaboras con las Fundación Josep Carreras, ¿qué es lo que haces en ella? Yo colaboro con la fundación Josep Carreras en todo lo que me digan, ellos fueron un apoyo fundamental durante mi enfermedad y ahora tengo la necesidad de ayudar a otra gente e intentar apuntarme a todos los actos que realiza.

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